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Jan van Eden
Exposición
en la Fundación Alcort, Binefar (Huesca),
España
Del 6 de Junio
al 15 de Julio de 2007
Inauguración
6 de septiembre 2007
Nieves
Deza, Francisco Jose Porquet y Jan van Eden
texto
Francisco Jose Porquet
Francisco
Jose Porquet se dirige al publico en la inauguración de la exposición
JoseMari
Cordoba y Christina
Jan
van Eden y Jose Beulas
Teresa
Luesma (CDAN), Jan van Eden y Nieves Deza
Alberto
Carrera Blecua y Cristina
Jan,
Isabel Benavente, Valentin Yuste
Jan,
David y Aloma Rodriguez
Maria Gonzalez (Diputacion Provincial de Huesca),
Jan van Eden y Jose Mari
Villacampa
Ana
Villacampa, Jan van Eden, Castor Belio
Jan,
Ana Santolaria Gracia, Alberto Carrera
Texto Francisco Jose Porquet
Autoridades, señoras y señores, buenas tardes y reciban la más cordial
bienvenida en nombre de la Fundación Alcort y su presidente, Miguel Ángel
Córdova, a este protocolo de inauguración de la exposición "El observador ante
el caos" del pintor Jan van Eden, holandés de cuna, español de amores y
cosmopolita de fliación. Mi encargo es el de romper si lo hay el hielo de los
preámbulos, y como la sinceridad siempre es buena compañera ante un micrófono,
ya les advierto de que no domino con capacidad de experimentado crítico el mundo
de la pintura, ni mucho menos. Consciente de ello, se me ocurrió que para salir
del trance de esta presentación lo mejor era charlar unos minutos con Jan y
perfilar al personaje, y así lo hice, y vaya por delante que el breve cruce de
palabras con el artista me encantó. Voy con las cuatro pinceladas.
Jan es un chaval nacido a mediados del siglo pasado que, al contrario que
Peter Pan, no se ha negado a crecer, sino que lo ha hecho a borbotones y siempre
con el alma encendida y la mente preocupada por todo cuanto le rodea. Se
equivoca quien crea que no le gusta este mundo cual si fuera discípulo de una
escuela flosófica pesimista, y acierta quien diga que está molesto, muy molesto,
con ciertas directrices del poder y el orden establecido. En vez de tantas
palabras, bastaría con señalar que es un rebelde. Un rebelde con causa. A los 18
años, cuando le tocaba ir ala mili en su país natal, le hizo un corte de mangas
a los de arriba y se marchó a África, lo que vino a ser un autodestierro por
cuanto la ley le impedía retornar a casa hasta cumplir los 35. Eran tiempos de
guerra en Vietnam y Jan militaba en el movimiento antibelicista, y su decisión
fue un ejercicio de coherencia. A la par, y aún estando inmerso en estudios de
matemáticas, ciencias naturales y geología, decidió ser pintor contra viento y
marea. Me dijo textualmente: "Quería ser pintor. Necesitaba ser pintor'. Y no
rebló hasta conseguirlo.
Completamente autodidacto, con los ojos de la curiosidad siempre abiertos y
predispuesto a experimentar y evolucionar, reconoce que no se doctoró en pintura
hasta los 40 años. Antes de ver satisfechas y reproducidas sus inquietudes
creativas en un formato acorde con su visión de la realidad, llenó cientos de
cuartillas con esbozos y bocetos que no le terminaban de convencer. Con simpatía
y sin pizca de vanidad, el lo cuenca así: "Estaba convencido de que tenía cierto
talento, pero me faltaban ritmo y método de trabajo. Me gustaba mucho el
expresionismo figurativo alemán, y yo quería hacer una pintura que hablase, que
emocionase e inquietase al espectador. Lo demás no me interesaba. Otro pintor
en el que me fijé fue Antonio Saura, al que admiro por el mensaje político de
muchos de sus cuadros, por utilizar el arte contra la dictadura y los abusos. En
la vida hay grandes verdades que contar, y esto es lo que me motiva y alimenta
mi inspiración”.
Jan, valga la comparación, es un periodista que utiliza el pincel en lugar
del teclado de ordenador. Está enfadado porque hay niños de mirada horrorizada
en Palestina y un ciento de lugares más repartidos por todo el mundo, por las
barbaridades de las cárceles de Guantánamo e Irak y por el humo de las Torres
Gemelas de Nueva York, y también, dando un giro de 180 grados a su paleta de
colores, porque apenas nos saludamos por la calle atrapados por la vorágine
cotidiana, por la prisa de los ejecutivos que parecen ir a todas partes y a
ninguna, porque en un mismo telediario coinciden bellas modelos sobre una
pasarela, imágenes de hambruna y dolor, un salón de automóviles de alta gama y
otro de tanques y ametralladoras de última generación, e, incluso, porque un tal
senador McCarthy se inventó hace 50 años una caza de brujas que atemorizó y
amordazó momentáneamente a una legión de artistas y gente normal. Caza que con
el paso del tiempo otros han reeditado con mayor o menor efectividad. Si vale el
juego de palabras, el lúcido pintor discrepa de que este prohibido discrepar.
Opina Jan que la información que hoy nos llega está sesgada, y echa de menos
una prensa más libre, de ventanas abiertas y no sometida a los criterios
economicistas o la presión de los poderes fácticos que atentan contra la
objetividad, a veces sin apenas darnos cuenta. Si funda un partido político con
estas premisas, yo me apunto el primero. Jan oficia el papel de "observador
atónito ante el caos", pero no se limita a mirar, sino que se atrinchera con los
débiles y perjudicados. Es el Pepito Grillo que toma la fotografía del
prisionero iraquí encapuchado y la trasporta a un cuadro para que perdure y nos
refresque continuamente la memoria, ese archivo sobresaturado y, por lo mismo,
tan propenso en la actualidad a dormirse. Caza la realidad, la que duele, no la
de paisajes idílicos, y se erige en notario de la sinrazón. Como los
expresionistas, como Antonio Saura, como todos los rebeldes con causa.
El dibujo preciso y cercano a la placa fotográfica es seña de identidad del
artista, al menos en la actual etapa, una más de las muchas que ha quemado en su
periplo vital. De hecho, las imágenes de calle que captura con su cámara o las
que rescata de un periódico le sirven de modelos. Luego, difumina o levanta un
rasgo, según convenga, para dejar en el aire un interrogante o subrayar lo que
le interesa, y en todo momento busca la complicidad del que mira para que se
convierta en "otro espectador ante el caos". Le pregunté que por qué conviven en
una misma sala de exposición hermosas mujeres, hombres torturados y niños
apresados por el miedo, y me contestó que el contraste es uno de los detonantes
de la reflexión. Jan, hombre con perspectivas sociales y culturales panorámicas
por los miles de kilómetros que han recorrido sus piernas de geólogo, está
convencido, acudiendo al tópico, de que otro mundo es posible y que cada cual,
en su pequeña o gran parcela, debe hacer algo para cambiarlo. Él cumple su parte
pintando, denunciando, advirtiendo, cuestionando... e invitando al espectador a
subirse al carro, que decimos por aquí.
Acabo. Los cuadros de esta sala me traen a la memoria los comic que en mi
juventud de los años setenta casi todos de autores sudamericanos o españoles
exiliados, y siempre de guiones cómplices con la libertad y críticos con el
opresor me enseñaron cosas y casos que "tapaba" esa información sesgada de la
que hemos hablado, muy vigente en aquellos tiempos predemocráticos y grises. Los
tebeos que nada tenían que ver con el Capitán Trueno, Supermán y demás tropa me
hicieron pensar, que es de lo que se trata. Como hacen una obra de teatro seria,
un ensayo, la canción de un cantautor o un cuadro que, a su manera, grita. Ojalá
que disfruten de las viñetas de Jan van Eden, el geólogo que no hizo la mili, el
artista con doble influencia del Alto Aragón -la de Antonio Saura y la de su
encantadora esposa Pepa, que es de esta tierra-, y el inconformista que un día
se dijo a sí mismo; "tanto como el aire, necesito ser pintor". En los
prolegómenos de las fiestas mayores de Binéfar, otro espléndido regalo cultural
de la Fundación Alcort.
Excusen el imprevisto pareado de cierre y muchas gracias por su atención
Francisco Jose Porquet
Binefar
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